A primera vista parece un hastío total, pero puede ser la puerta de entrada para nuevas aventuras.
De pequeños, apenas osábamos expresar que estábamos aburridos, algún mayor nos decía que lo que nos pasaba era bueno. Nosotros, en cambio, resoplábamos con más frustración que aceptación. Sin embargo, esas palabras encerraban una verdad: el aburrimiento puede ser el primer paso para potenciar nuestra creatividad.
Mientras para algunos tener una rutina (incluyendo los horarios de oficina, sentarse siempre en el mismo escritorio y hasta tener planificado el menú semanal) puede ser contendor, para otros resulta asfixiante. Entonces, ¿cómo salir de ese encierro? Hay que ponerse a pensarlo. Lo mismo sucede cuando una tarea se vuelve repetitiva, seguramente comenzaremos a imaginar nuevos modos de hacerla: ya sea dividiéndola en el tiempo, compartiéndola o buscando un modo de acelerarla. Este ejercicio no es pura fantasía, puede ser el espacio para generar un salto tecnológico en las actividades.
Cuando nos aburrimos es porque estamos buscando nuevos desafíos. Expresar esta incomodidad, desde nuestros gestos hasta plantear una charla con el líder del equipo, puede ser una oportunidad para encontrar esos nuevos objetivos que nos saquen de la zona de confort. Además, al estar entretenidos nos sentimos felices, plenos, y renovamos la energía con la que trabajamos a diario.
Por todos estos motivos, es indispensable escuchar las señales de aburrimiento, pues adentrarnos mucho en él puede ser un camino no grato. En cambio, si notamos las alertas, podremos accionar para generar alternativas gratificantes.
Por otro lado, los líderes deben tener en cuenta el aburrimiento, tanto en los colaboradores como en el equipo en sí. Por eso, una buena práctica es rotar las tareas (sobre todo las que sabemos que son tediosas), generar desafíos lúdicos y dar devoluciones que mantengan a los profesionales motivados.
Cuando todos nos divertimos la productividad aumenta, y seguro surgen buenas ideas.
