Semana de cuatro días: ¿será posible?

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Publicado el 19/11/24

Mucho se habla de este modelo de trabajo, pero hasta ahora hay pocos ejemplos que lo implementaron.

 

La posibilidad de implementar una semana laboral de cuatro días ha ganado interés en diversas partes del mundo, especialmente en sectores como el tecnológico, donde la flexibilidad y el balance entre vida laboral y personal son temas de gran relevancia.

Está claro que esta modalidad de trabajo les atrae a los colaboradores, al punto de que muchos se ilusionan y por eso preguntan constantemente cuándo llegará a su país o empresa.

Este modelo plantea la reducción de los días laborales de cinco a cuatro, manteniendo el salario completo y, en muchos casos, las mismas horas semanales distribuidas en menos días, como ya han probado países como Islandia y empresas de Nueva Zelanda y Japón. Pero, ¿es realmente factible aplicar esta modalidad en la realidad latinoamericana?

Uno de los principales argumentos a favor de la semana de cuatro días es el incremento de la productividad y el bienestar de los empleados. Empresas que han implementado esta modalidad reflejan que los trabajadores reportan niveles más altos de satisfacción, menos estrés y un mayor compromiso con sus tareas.

En muchos casos, estas compañías aseguran que la productividad se mantiene o incluso aumenta, ya que la reducción de la jornada incentiva una mayor eficiencia y enfoque. Este modelo responde a la creciente demanda de esquemas laborales que favorezcan la conciliación y promuevan la salud mental, ambos factores que las generaciones actuales de trabajadores valoran en sus entornos de trabajo.

Nuestra región

En el contexto América Latina, sin embargo, el camino hacia una semana laboral de cuatro días presenta desafíos particulares. Primero, la estructura de muchas industrias en la región está más orientada a un sistema de trabajo presencial, y no todas las empresas están preparadas para un cambio tan significativo.

Sectores como el comercio, la manufactura y la atención al cliente, por ejemplo, pueden enfrentar mayores dificultades para adaptar sus horarios sin afectar la atención y la eficiencia operativa.

Otro aspecto crucial es la regulación laboral en los países de la región. La mayoría de las normativas se basan en el modelo tradicional de cinco días, por lo que un cambio requeriría de revisiones legales y ajustes que pueden ser complejos y lentos de implementar.

Además, la informalidad en el trabajo es alta en muchas naciones de la región, y este tipo de beneficios suele quedar fuera del alcance de aquellos trabajadores que no están formalmente contratados. Esto nos lleva a considerar si un cambio a la semana de cuatro días beneficiaría principalmente a los sectores formales y de tecnología, dejando de lado a una gran parte de la fuerza laboral.

A pesar de estos desafíos, algunas empresas en América Latina ya están experimentando con la semana laboral reducida, especialmente en sectores donde el trabajo remoto y las metodologías ágiles permiten flexibilidad. Estas iniciativas pueden sentar precedentes valiosos, y si los resultados son positivos, pueden inspirar cambios más amplios.

Como verán, la adopción de la semana laboral de cuatro días en América Latina parece posible, pero enfrenta tanto oportunidades como barreras. Los resultados de estas primeras pruebas serán cruciales para evaluar si la región está lista para un cambio tan innovador en la forma de trabajar.

 

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