Muchas veces las señales son claras, pero otras no tanto. Acá les damos las claves para poder tomar mejor sus decisiones.
Suele no ser un paso fácil de dar. Muchos estamos criados bajo el refrán de “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Y para quienes pertenecen a la generación X la idea de entrar a un trabajo y continuar en él hasta el retiro era una idea completamente natural. Pero los tiempos cambiaron y hoy las personas van tras sus objetivos, valores y quieren que la esfera laboral y personal tengan tintes de disfrute y concordancia. Entonces, ¿cómo saber que debemos buscar un nuevo horizonte en nuestra carrera? Te contamos las señales que debes tener en cuenta.
1. Sentirse cansado incluso antes de entrar a la oficina
La forma más fácil de detectar este síntoma es remontarse a los años de la infancia, cuando el domingo a la noche, y sobre todo si al otro día había una evaluación, uno ya empezaba a sufrir pensando en la jornada siguiente.
A menudo nos sentimos cansados, estresados o sólo de pensar en estar en la oficina nos ponemos irritables. Esto puede deberse a la convivencia con el equipo, con un líder o hasta con la cultura de la compañía.
Nadie tiene que padecer su día a día y, además, en ese estado se pierde la creatividad y la innovación. Es un camino cortado para todas las partes. Es momento de pensar en, mínimamente, cambiar de área, y en lo posible buscar un nuevo destino en otra firma.
2. Todo es distracción
Cualquier tema o plan es más tentador que ponerse a resolver el trabajo. Ya no encuentras motivación alguna, no le ves sentido a la tarea que te toca. La rutina ganó terreno y desmotivó todo.
Pocas cosas hay peor que cuando el trabajo se vuelve aburrido: las horas no pasan, y uno se siente como enjaulado. Las motivaciones se fueron al tacho y no hay manera de recuperarlas.
Por eso, algunos especialistas aseguran que cambiar de trabajo cada cierta cantidad de años (el promedio suele rondar los 4) es una buena forma de ir renovando el entusiasmo. Además, es el modo para conseguir nuevos aprendizajes, producto de ir experimentando diferentes culturas empresariales.
3. Solo encuentras adjetivos malos para hablar del trabajo
Cuando ya cuesta hablar del día laboral sin mechar descripciones negativas, entonces es tiempo de pensar en buscar una alternativa.
Muchas personas directamente evitan hablar de sus tareas, y cuando escuchan a sus amigos todos sus proyectos les parecen más interesantes que los propios. Esta señal es clara, pero también fácil de ocultar detrás del silencio ante los otros.
4. No compartimos los mismos valores
Hasta no hace mucho, los colaboradores dividían su vida entre la laboral y la personal, y no importaba tanto si éstas dos esferas se entrelazaban. Hoy es impensado pasar más de 8 diarias horas en una tarea que no esté alineada con los valores propios.
Por eso, ya desde la entrevista laboral, los candidatos evalúan cuán contenidos se sienten por los valores organizacionales. Entonces, más aún lo deben hacer los empleados. Cuando uno compartes valores con la compañía hay una línea de diálogo abierta, y la persona siente que es capaz de dar un aporte a la empresa, y esto suele tener un correlato hacia la sociedad además.