Les pedimos a nuestros líderes que sean auténticos, pero con eso ya no alcanza. Quienes miren al futuro deben además ser integrales. ¿Qué significa esto?
El fútbol siempre es una buena fuente de ejemplos. En estos días Messi es el líder, y más allá de ser admirado por su habilidad con el balón, muchos observan su disciplina en los entrenamientos, su esfuerzo para superar las adversidades y no haber flaqueado, su perseverancia y, sobre todo, cómo su vida familiar va tan de la mano con su carrera profesional. Lo mismo se les pide hoy a los líderes de las organizaciones.
Para conquistar esta integralidad, entonces, vale la pena volver a la pregunta inicial: ¿qué es el ser?, ¿quién soy? Este punto de partida, sencillo, conlleva un gran trabajo de introspección para toda persona, más allá del cargo que ocupe, que también hay que reconocer que suelen ser momentáneos. ¿Por qué es imprescindible ver esta condición de transitoriedad? Porque cuando uno se convierte en lo que cree que es el cargo, entonces se aleja de su esencia y corre el riesgo de caer en los vicios de los viejos liderazgos, en sesgos que aún hay que limpiar dentro de las estructuras.
Definitivamente el ser es poder entregar la mejor versión de uno, lo que no implica desconocer o esconder los puntos débiles o las sombras; todos lo contrario hay que haberlos transitado y saber anticiparse para cuando puedan surgir, y también poner en aviso al equipo. ¿Acaso todos tenemos días buenos? Seguro que no, por eso si hay momentos o jornadas en que el humor no es el óptimo, o que las cosas no salen que se espera, lo más aconsejable es comunicárselo a los compañeros.
Recapitulando, las preguntas abren puertas, pero el mundo actual impone un ritmo que facilita la distracción, que pone a la productividad por encima del bienestar, y eso es lo que debe transformar el líder integral. Este ser, porque para ser integral hay que partir de esa esencia personal, tiene la responsabilidad de marcar el camino que hoy se pide y exige a las compañías, pero que será imprescindible en el futuro para lograr que las empresas sigan con vida.
Por todo esto, se vuelve imperativo reconocer la importancia de contar con un líder integral, porque éste es un agente de cambio social, el que pone el piso para seguir creciendo como equipo, como profesionales, como personas, como empresa, y más importante, como sociedad.
¿Cómo se reconoce a estos líderes? Porque no se impone, ni tiene una postura que luego se transforma. Es la misma persona en la vida familiar y en la profesional, no manipula, ni juega al misterio. Da feedbacks continuos y positivos, apoya a sus talentos y le da a cada uno el reconocimiento (privado y público) que merece. Se los ve disfrutar de sus logros, pero mucho más de las construcciones colectivas y goza al darle a sus colaboradores el protagonismo.
En busca de las herramientas
Claro está que poder reunir todas estas cualidades en una persona implica mucho trabajo, y continuo. No es capacitarse, aprobar una materia y salir al ruedo. Para ser un líder integral hay herramientas, como el coaching, que son sumamente imprescindibles, que le permiten a la persona tomarse el tiempo para contactar con sus sentimientos profundos, aquellos que son agradables y los que no también.
El coaching permite conocerse a uno mismo para poder dar la mejor versión de cada uno. Esto, incluso, facilita el encontrar el propósito en cada tarea que se encara y también en el cómo hacerla.
Además, el estar en contacto con un coach, también puede ser un mentor, le permite a la persona ir construyendo su carrera con elecciones ligadas estrechamente con sus valores, facilitando el transmitirlas al equipo, y también nutriendo a su área y hasta a la empresa.
Ser es la gran obligación que las personas, y por ende los profesionales, tenemos hoy, porque desde ahí podemos actuar en un modo ético, somos íntegros. Esta base, además, facilita el cuidado de quienes nos rodean, tanto en el plano personal como en el laboral.